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La Italia del siglo XIX estaba redescubriendo el arte católico, y fue durante un viaje a España cuando Rossini recibió el encargo de una obra basada en el texto litúrgico tradicional del Stabat Mater.
Rossini comenzó a componer este Stabat Mater, pero una enfermedad le impidió completar el encargo. Pidió a su amigo Giovanni Tadolini que compusiera los cuatro movimientos restantes.
Aunque esta pieza se distinguía de las obras profanas de Rossini, los críticos alemanes la criticaron por ser "demasiado profana, demasiado sensual, demasiado lúdica para un tema religioso". En respuesta, el historiador francés Gustave Chouquet señaló que "no debemos olvidar que la religión en el Sur es muy diferente de lo que es en el Norte".
Para esta ocasión, y para continuar la dinámica transfronteriza, el director artístico de la Orchestre Symphonique de Canet en Roussillon, François Ragot, invitó al coro "Croscat" de Olot (provincia de Girona), y confió la dirección de esta obra a su amigo brasileño Claudio Suzin Rodríguez.